lunes, 4 de enero de 2016

2016 Y LA FELICIDAD

Siendo que no posteo desde el año pasado (?), antes que nada Feliz 2016.
Aunque por ahora la perspectiva de felicidad (felicidad del Pueblo, qué otra puede ser) parece estar bien lejos del alcance de cualquiera, de todos y de todas. 

Siempre hay algunos para los cuales la felicidad es intrascendente o la miden en términos de cuánto. 
El tema es alcanzar los objetivos. Planificar. Organizar. Proactivar. Rediseñar. Optimizar.
La realización personal, la realización del trabajador y la trabajadora en su labor, la realización del niño y la niña en el juego, parecen haber quedado relegadas al sostenimiento de un día a día que apareció hace menos de un mes y que si no se enmarca en la catarata de verbos (acciones) enumeradas anteriormente, si los objetivos no se alcanzan, no hay felicidad posible.

Mientras tanto, los que creemos en la felicidad del Pueblo y la grandeza de la Nación y nos sabemos protagonistas en la prosecución de esas máximas, nos encontramos rodeados recientemente de incertidumbre, desesperación y temor. No son necesariamente miedos propios, sino muchas veces contagiados por muchos y muchas que ante el avasallamiento constante de una nueva gestión de gobierno sobre cuestiones que se tornaron muy caras para la sociedad (o al menos para una gran parte de la sociedad) durante los últimos años -vale aclarar, tomaron este cariz durante los últimos años porque un gobierno las levantó como bandera, lo cual no implica que no fueran importantes antes, ni que lo dejen de ser en el presente/futuro- se encuentran angustiados ante la posibilidad de la pérdida o el retroceso (a veces concreto, a veces simbólico) de muchas de estas cuestiones. Entonces cualquier tipo de realización personal se ve atascada, como siempre que se siente miedo. Vencer ese temor que proviene del observar el recorrido de las cosas y anticipar su inevitable tragedia requiere de una enorme valentía.


La valentía que permitió que ante el más mínimo atisbo de marcha atrás la gente saliera a la calle (“la marcha atrás también es un Cambio”, nos repetía Daniel Scioli durante la campaña y algunos que ahora se rasgan las vestiduras se encargaron de defenestrarlo cuando era el único candidato viable que nos permitiría realizar una transición del Pueblo al Pueblo sin jugar a la injusta ruleta de “volvemos en 4 años” dejando cenizas y sangre en el piso durante el proceso).

El problema es que en la calle solamente (como tampoco en las redes sociales solamente) no se soluciona nada. Nos convertimos en una audiencia, un público ávido de escuchar a quien sea que nos pueda contener y abrazar y decirnos que no tengamos miedo, que lo que viene no nos va a vencer, que tenemos que seguir empoderados. La pregunta que surge es: ¿Empoderados para quién? Un par de líneas de diálogo entre el personaje del Jefe de Gabinete y el Presidente estadounidense en una película dirigida por Rob Reiner y escrita por Aaron Sorkin resumían un tipo de dinámica entre la ciudadanía y sus líderes políticos:
“La gente quiere liderazgo, Sr. Presidente, y en la ausencia de un liderazgo genuino, escucharán a cualquiera que tome el micrófono. Quieren liderazgo. Están tan sedientos de él que se arrastrarán por el desierto hacia un espejismo, y cuando descubran que allí no hay agua, beberán la arena”.
Hasta aquí podemos acordar, que todos estamos esperando que los funcionarios, los compañeros que ocupan cargos públicos, salgan a la calle con nosotros, se hagan cargo de conducirnos, de explicarnos lo que pasa con la precisión que les da su participación política y la responsabilidad que tienen por ocupar esos espacios gracias al (aunque a veces pareciera que sienten que es “culpa del”) voto popular. Ahora bien, el Presidente responde al planteo de su ministro: 
“Hemos tenido presidentes que han sido amados, y que no podían encontrar una oración coherente con las dos manos y una linterna. La gente no bebe la arena porque tiene sed. La beben porque no saben la diferencia”  
La respuesta, entonces, está en aquel o aquella que no venga a vendernos arena por agua. Aquel o aquella que nos muestre claramente la diferencia. La mayoría de las personas movilizadas en la calle encuentran como único referente a Cristina Fernández de Kirchner (referente político, emocional, espiritual, estratégico, familiar, referente al fin) o a veces simplemente la oposición a Mauricio Macri (oposición política, emocional, espiritual, estratégica, familiar, oposición al fin). Puede sonar un poco antipático que el énfasis lo esté poniendo en los propios y no en los ajenos (que ahora consideran a todo como “propio” porque, bueno, la democracia) pero ya sabemos qué clase de monstruos tenemos enfrente. De modo tal que me sorprende que nos sorprenda que los cargos públicos estén ocupados por CEOs, que las medidas se tomen de forma arbitraria, que las oficinas públicas se transformen en gerencias, porque, básicamente PERDIMOS las elecciones y gobiernan ELLOS que tienen otro MODELO de gobierno. No ganó un modelo Nacional y Popular y es hora de que nos vayamos acostumbrando a que así fue. La nostalgia ya no nos va a ayudar y la melancolía sólo va a reforzar la debilidad del miedo a sentirse solo frente la inmensidad abrumadora del CAMBIO.

Más allá de las convocatorias espontáneas, aparateadas, semiaparateadas, urbanas, playeras, cuya significación es enorme en un país en el cual los movimientos sociales urbanos han tenido hace ya un tiempo un rol muy relevante, es necesario hacer una lectura más allá de la especificidad de la presencia. La organización es diferente de la organicidad. Se entiende que muchas de las personas autoconvocadas sepan por qué están concurriendo a un espacio pero quizás se dificulte encontrar un objetivo (otra vez esa palabra) que trascienda la reunión o la manifestación o la marcha o el escuchar a un escaso referente (escaso en cantidad, no necesariamente en calidad). La pretensión (explícita o tácita) de unificar ese mar de voluntades de presencia y acercamiento a la causa popular en militancia orgánica partidaria tradicional tal y como la conocemos, si bien ambiciosa, es desde mi punto de vista algo presuntuoso. Se asume que las personas están perdidas (supongamos que sí, que falta una orientación clara, ¿pero esto no se debe acaso a la falta de conducción de los funcionarios que son referentes del movimiento?) y que la única forma de encaminarlas es encuadrándolas en la militancia orgánica. Y para eso se genera una serie de acciones,de eventos públicos, de artículos periodísticos que realzan a ciertos referentes sociales o comunitarios que no surgieron de la horizontalidad como líderes naturales sino de una nominación a dedo que aparece publicada y mágicamente transforma a X en Y. La representatividad efectiva de ese liderazgo, es probablemente difícil de reconocer, incluso por los mismos participantes y supuestos “representados”.

Creo que es tiempo de rescatar el valor de los movimientos sociales en red y comprender que lo que desde la organicidad militante no supimos construir o sostener no va a poder realizarse de forma unilateral. Que necesitamos articularnos con esas calles y plazas llenas, con esas voluntades que quizás no estén dispuestas a la entrega que cualquier militante territorial siente como natural que es la de las “patas en el barro” y que eso no hace menos importante a los participantes de esos movimientos. Si fallamos en nuestra misión de expresar lo que la militancia peronista (y por añadidura kirchnerista) es, quizás es porque esperamos que todos lo entendieran. Y si de algo podemos estar seguros, es que para comunicar, como movimiento en estos 12 años, pifiamos bastante (en general y más allá o más acá de toda la disputa por los medios de comunicación. Hablo de NUESTRA comunicación, de nuestra forma de decir y de hacer decir, salvo honrosas excepciones).

Los que nos consideramos compañeros y compañeras, debemos abrir los brazos a una nueva forma de participación, y retroalimentarnos unos a otros y respetar a quien quiera ir a un barrio igual que al que no. No tenemos registro histórico de ningún momento en el que todo el pueblo argentino se convirtiese en militante. ¿Quizás el miedo ese del que hablaba antes paralice también para salir a embarrarse? ¿O quizás tal vez subestimamos cosas a los que estos nuevos protagonistas le dan un tremendo valor, y que en verdad no es poca cosa, que es ocupar las calles?

Nos debemos, considero, una reflexión más fuerte respecto de nosotros mismos, de lo que fuimos, somos y seremos. Somos los que queremos la felicidad del Pueblo. Y si el pueblo necesita estar en la calle y manifestarse, debemos acompañarlo, no engañarlo. Debemos estar de frente y junto al Pueblo, no en un escenario. Debemos reclamar lo que el Pueblo pide, no decirle lo que debe reclamar. Y si en algún momento nos mareamos, paremos, barajemos y demos de nuevo. El Peronismo es hermoso, pero se debe a su Pueblo. 

Siempre.